Bolsos, la heladerita, el mate. Algún puñado de expectativas y una familia a bordo de una Van, dispuesta a la aventura. Quizá de eso se trate un poco la vida. De vivirla, acaso, como un viaje.
Casa Miller nace como resultado de la identidad que otorga lo compartido.
El espacio amplio y central que tiene la cocina simboliza que, en este viaje, hay lugar para todos. Y, sobre todo, para el disfrute.
Dispuestos al asombro, esta obra tiene detalles para ir descubriendo a cada paso.
Casa Miller es resultado de abrazar lo que otros traen: historias, valores, amores. Es hacerle lugar a lo nuevo. Es el símbolo de una familia ensamblando los caminos ya recorridos y con el mundo entero por delante, para descubrir juntos.
Esta obra, resguarda los espacios personales a la vez que se dispone a la naturaleza. La galería como antesala de todo lo que puede suceder cuando pausamos los tiempos de la vida cotidiana. Y el sello imponente de la naturaleza, simbolizado en un árbol de Roble. Como huella de todo eso que nos antecede y que se hace parte de una nueva historia, construida sobre la solidez de los vínculos.
Los árboles, como la familia, pueden ser una fortaleza. Como un refugio cálido, como ese lugar que da cuenta de nuestras raíces. Que cambia de forma.
Los árboles, como los vínculos, tienen sus luces y sus sombras. Tienen sus ciclos. Y nos recuerdan, no sólo de dónde venimos, sino todo lo que pasamos, para finalmente, volver a florecer.